Capítulo X: El regreso de los héroes.

Imagen 1: Waters e hijo. (1864). Nuestro país como los traidores y tiranos quisieran tener. Mapa de los Estados Desunidos. New York. H.H. Lloyd & Co., 21 John St., (Boston Rare Maps. Recuperado de: https://bostonraremaps.com/inventory/anti-secession-propaganda-map/).

Después de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo con México, los Estados Unidos se enfrascaron en una fuerte controversia sobre cómo administrar el enorme territorio conquistado. Esto los llevó a una guerra civil que estalló en 1861. Este mapa de los Estados des-Unidos de América muestra un territorio densamente poblado dieciséis años después de la Guerra con México. Ubica poblaciones, fortificaciones y los nombres de las naciones indias aún existentes entonces. La topografía está reducida a los grandes sistemas fluviales y cadenas montañosas. Los sombreados indican un país dividido en 4 repúblicas: Los Estados del Pacífico al oeste de las Montañas Rocosas exceptuando Nuevo México; los Estados del Interior ocupando el norte del medio oeste; los Estados Atlánticos que incluyen a Pensilvania, Nueva Jersey, Nueva York y Nueva Inglaterra. El resto está ubicado en los Estados Confederados, el país más grande de los cuatro. Para enfatizar las muchas amenazas de esta de por sí paranoica cultura, a la derecha de Carolina del Sur aparece el busto del secesionista John Calhoun flanqueado por una palmera y una serpiente; la “tiranía” de la Gran Bretaña está representada por un león coronado rugiente y hambriento junto a los Grandes Lagos al norte; y al sur en México aparece Napoleón III representando a Francia, ofreciéndole la corona a otro tirano, el Emperador Maximiliano I.

Imagen 2. Croome, William H. (1862). “Mexico and the mexican war”. En Frost, John, Pictorial history of Mexico and the Mexican war: comprising an account of the ancient Aztec empire. Philadelphia, C. Desilver; Baltimore, Md., Cushings & Bailey. p. 592. Recuperado de: https://archive.org/details/pictorialhistory01fros/page/592/mode/2up

LA INFLUENCIA DESMORALIZANTE DE LA GUERRA

La mayoría de los que se quedaron en casa veían a los hombres que habían peleado en México como héroes. Con ciertas excepciones –sobre todo aquellos que creían que la guerra era degradante y criticaban muy duro a los soldados que habían participado en ella, clasificándolos de salvajes-. Para estas personas el “héroe que regresaba” era menos humano, mucho más salvaje que el que se había ido. “Los recientes relatos de los sucesos protagonizados por el ejército norteamericano bajo las órdenes del general Scott en México, se calcula que causan un retroceso en las mentes de los hombres de principios. Pero la gloria, la gloria, la gloria, aun si la causa es justa o no, es lo que la mayoría de los guerreros ansían”, escribía John Langdon Sibley, asistente de la biblioteca de Harvard en 1847. (1)

1 – Diario de John Langdon Sibley MS, vol. 1, p. 134, entrada del 20 de septiembre de 1847, Massachusetts Historical Society.

Imagen 3. Anónimo. (1847). “Desplumada. El águila mexicana antes de la guerra; el águila mexicana después de la guerra” en Yankee Doodle, v. 2, no. 32 (1847 May 15), p. 55. (Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, LC-USZ62-130816)

Un pastor de Nueva Inglaterra, dando voz a los sentimientos de muchos que eran contrarios a la guerra en su tierra, en un sermón del Día de Acción de Gracias condenó la invasión a México como un asalto criminal sobre un vecino indefenso y prevenía de su efecto desmoralizador en los guerreros que pelearon en ella: 

Desde luego este asunto (…) tiene un punto de similitud con la maldición de Ahab sobre Nabot (2). Él se aprovechó de su debilidad y, porque era más fuerte, le robó lo que se le había negado en su desmedidamente ambiciosa demanda. Así nosotros, hemos usado el poder de esta gran nación contra nuestro vecino más débil, tomando posesión de Texas sin el consentimiento de sus legítimos dueños, hemos sido cómplices criminales en el fraude y robo que fueron la causa original de esta revuelta. Es inútil negar que nuestro gobierno jamás hubiera incorporado Texas a nuestro territorio si hubiese pertenecido a alguna nación que se igualara en poderío con la nuestra. Primero codiciamos esos hermosos campos y después con la intención de robarlos nos hicimos de ellos echándoles mano porque nuestros brazos eran más largos y fuertes que los brazos de México. (…)

El espíritu de brutalidad que la guerra excita, las malas pasiones que anima, tienden a deshumanizar a los que estuvieron inmersos en ella. Tiende a destruir el sentido moral en aquellos que se regocijan en sus sangrientas victorias o que llega a hacérseles familiar la espantosa carnicería. Es la encarnación de todo el mal, es la imagen de la maldad, que se opone con fiereza por medio de sus propias armas carnales a la influencia de lo bueno, es el fin de toda la bondad. Más directamente y con más celeridad que ningún otro mal, guía a esos que se encuentran y se deleitan en ella a las más profundas penas y embriagadora corrupción de muerte moral. (3)

2 – NdT: (1 Reyes 21) El episodio de la viña de Nabot es el hecho central dado para que reine Ahab, y la razón dada por el profeta para la destrucción completa de la dinastía de Omri. Presenta el ansia desmedida por tierra de Ahab y la aplicación que hizo Jezabel de las leyes fenicias (baaistas) en Israel. Ahab quería comprar o cambiar la viña de Nabot, terreno contiguo al suyo, pero este indicó que bajo las leyes del Señor estaba prohibido enajenar la heredad de su tribu. Ahab, todavía un israelita en su corazón y medio creyente en el Señor, titubeaba en hacerlo. Bajo el sistema fenicio, sin embargo, esta posición era ridícula y Nabot rehusó acceder a la petición aceptable del rey (aceptable bajo el sistema de Baal). Ciertamente era blasfemia contra Baal defender los derechos o deberes dictados por el Señor (Yavé), y era blasfemia contra el rey asegurar que no era libre de aplicar el sistema fenicio que considera la tierra como una mercancía y no como una heredad. El resultado, una serie de intrigas para matar a Nabot y ocupar su tierra, con la consiguiente maldición por parte del Señor a través del profeta Elías.
3 – Eli Edwin Hall, Ahab and Nabot; or the United States and Mexico…a discourse… Thanksgiving of 1846, New Haven, Connecticut, inédito, 1847, pp. 13-15.

Un autor anónimo señala los efectos desmoralizantes de la guerra sobre el soldado común y lo cataloga en su regreso no como un héroe, sino como un vicioso potencial y una fuente de infección criminal para la comunidad. 

Piense usted en el efecto desmoralizante y degradante de la guerra en la gran masa de soldados que participaron en ella. ¿Cómo es que se les emplea? ¿Cuál es su gran negocio? ¿Cuál es el propósito por el cual se les enlista, equipa y entrena en el uso de las armas? Su trabajo es –el fin para el cual han estado sujetos a toda esa dura disciplina- matar a sus semejantes, asesinar a aquellos quienes no les han hecho ningún daño, cuyo único crimen contra la nación que los manda matar es que están en servicio del país que los vio nacer y que intentan proteger.

¿Cómo puede tal trabajo no tener más que un efecto desmoralizador y degradante en las masas del ejército, en los mandos que realizan esa monótona masacre? Piense en las tentaciones inevitables y las muchas influencias que hacen salvajes a los hombres en el campo de batalla, las marchas, los asaltos, las tormentas, el pillaje. ¿Quién no tiembla al pensar si tiene un hijo o hermano expuesto a esas espantosas influencias? Dentro de poco esos hombres, o muchos de ellos cuando terminen sus plazos de servicio, se dispersaran y distribuirán a todo lo ancho del país, llevando con ellos a donde sea la influencia y los vicios que han adquirido en México, despertando en las mentes poco lúcidas, en bares y en cada sitio público de las villas, la sed salvaje por la aventura, la violencia y los excesos de la vida del soldado. (4)

4 – “The war with Mexico” en The New Englander and Yale Review, vol. 5, octubre 1847, pp. 610-611.

LOS CAMPAMENTOS COMO ESCUELAS DEL CRIMEN

Imagen 4: Chamberlain, Samuel (1996). “Monclova, con mercado en nuestro campamento, bailarina y jugadores de cartas” en My Confession: Recollections of a Rogue (1850). Austin. Goetzman H. William (editor)- Texas State Historical Association.

A los ojos de por lo menos un observador, que escribió para el New Englander and Yale Review, para una sociedad tan moralista como es la norteamericana con sus raíces protestantes, después de que la guerra terminó los peores temores de sus críticos se hicieron realidad:

Esta guerra ha introducido el crimen y el vicio entre nosotros. Un campamento es el sitio ideal para que surjan las pasiones más bajas. Los soldados en un país extranjero sienten que están a salvo de todas las restricciones que la ley impone, y donde quiera que se pueda, transgredir la barrera de la disciplina militar, se da una irrestricta permisividad.

Nadie puede saber, hasta que lo ha visto con sus propios ojos, la dura influencia de la guerra sobre los caracteres de quienes están inmersos en ella. El que en nombre de la gloria puede volar fríamente los sesos de un semejante, o clavar una bayoneta en su vientre, ha tomado una lección de sangre, de cuyos efectos raramente se tiene la habilidad o la disposición de escapar. (…) Los soldados son extraídos de esa clase social que más necesita ser supervisada por la ley. Habiendo sido removidos de su influencia por un tiempo, es difícil para ellos asumirla de nuevo como ciudadanos pacíficos. La ley marcial no los retiene más, así que con frecuencia se sienten desafiantes. Esta inhumanidad y falta de ley están diseminadas por todo el territorio. Su aliento es infección, su roce, contagioso. Alienta una miasma moral en cada comunidad en que influyen.

La guerra ha despertado y alentado entre nuestra gente el espíritu de conquista en el cual tiene su origen la guerra misma. (5)

5 – Charles t. Porter, Review of the Mexican War, Auburn, New York, Alden & Parsons, 1847, pp. 162-163. En el prefacio, Porter rechaza que esté escribiendo un tratado político; afirma que está evitando el tema de la esclavitud y declara que la guerra no tuvo como motivación extender el territorio de los esclavistas. El espíritu de la guerra, creía, no estaba reducido a una porción del país, la responsabilidad de ella recaía en todo el pueblo norteamericano.

ALABANZA A LOS GRINGOS 

Imagen 5. Currier N. (1848). Un candidato disponible- el único requisito para un presidente Whig. New York: Nathaniel Courrier. (Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, LC-DIG-pga-04723).
Cartón político mostrando un hombre uniformado, con charreteras, emplumado y sosteniendo un sable ensangrentado, situado sobre una pila de calaveras.  Es un ataque al partido Whig durante el proceso de selección de candidato a la presidencia del año 1848. Los candidatos disponibles son los generales Zacarías Taylor y Winfield Scott, contendientes ambos en la convención de junio de ese año.  El primero obtuvo la nominación el 9 de junio de 1848.

No todos los críticos de la guerra compartían esta preocupación sobre los efectos en el carácter de los hombres que pelearon. La Legislatura de Massachusetts condenó la guerra, pero también elogió espléndidamente a sus héroes, en especial al general Zacarías Taylor, a quien sin duda alguna ya veían como el candidato Whig para la presidencia. Aunque eso no significó que los críticos cambiaran de opinión. Sus amonestaciones morales y señalamientos políticos fueron rechazados; se impugnaron sus motivos. Hasta hubo un fiero oponente que dijo que deberían ser colgados y maldecidos, en ese orden. E.V. Everhart escribió desde Washington D.C. a su amigo, el coronel John W. Geary que estaba en México:

Te pido perdón por no haberte escrito desde hace tiempo. Mientras que el Congreso estaba en sesión con el resultado de sus deliberaciones sobre los pagos al ejército, estuve en tales dudas que elegí posponer mis intenciones de escribirte hasta que pasara algo definitivo. (…) Estoy satisfecho porque haya habido tal paciencia con esos malvivientes “morenitos” (sic) y que la única vía para conquistarlos haya sido pegarles en su casa, hacerles sentir todos los horrores, necesidades y miserias de la guerra de tal forma que supliquen que esta termine. Cada pueblo que sea ocupado debe ser víctima del pillaje y borrado de la faz de la tierra. Los prisioneros de guerra deben enviarse al norte, el ejército abastecerse a sí mismo y el botín para los vencedores. Primero pensaría en confiar en una víbora de cascabel que en un mexicano, su nombre significa perfidia.

Me siento humillado, la nación entera está indignada por la conducta del Congreso de haber pospuesto tanto tiempo la acción de incrementar el ejército. Se cuenta con la petición del presidente que solicita diez regimientos que deben estar ahora en el campo, y el viejo Zack estaría más aliviado en esta situación difícil y peligrosa en la que sus jefes lo han puesto. No me sorprendería si la efigie Tom Corwin (6) fuera quemada en todo el país. Su discurso fue la quintaesencia del partido Tory con profusas referencias desalmadas y difamatorias hacia nuestros bravos soldados, de quienes dijo que estaban listos a perpetrar cualquier atrocidad: violación, incendios, asesinatos; fueron los únicos actos que creyó propio acreditarles. Tal antagonista de sus propios semejantes debería no solo colgársele en efigie, sino colgársele del mismo cuello hasta que muriera y después serle enviado al diablo para que lo rostizara por toda la eternidad. Pero no fue él el único renegado en el Senado, fue apoyado por casi todo el partido federal, y recibió el voto “a favor” de algunos de quienes mejores cosas tenemos derecho de haber esperado.

6 – Thomas Corwin, de Ohio, fue senador de 1845 a 1850. Uno de los más fuertes opositores a la guerra. En su sensacional discurso contra la guerra, pronunciado en el Senado, dijo que si él fuera mexicano respondería a la solicitud de los Estados Unidos necesitado de expandirse con estas palabras: “¿No tienes espacio en tu país para enterrar a tus muertos? Si vienes al mío, te saludaremos con las manos sangrientas y te recibiremos con hospitalarias tumbas”. Ver Frederick Merk, Manifest Destiny and Mission in American History, Nueva York, Vintage Books, Random House, 1963, p. 93.

Además de estos congresistas defensores de México, la prensa federal en esta ciudad y muchos de sus colegas a lo largo del país gimieron y aún gimen con negras intenciones contra su propio gobierno y con expresiones diarias de simpatía a favor de los mexicanos. Es suficiente para hacer que le hierva la sangre a uno ver esas cosas. Nuestro país en guerra, nuestros valientes hombres y oficiales reunidos bajo nuestra bandera, dejando de lado la paz y la felicidad del hogar, mujer, hijos, amigos, negocios, dándole la bienvenida a la muerte, mientras que en el congreso, hombres investidos con poder de representación pretenden hablar por millones de hombres libres, denunciando la guerra como “profana, injusta, y condenable” y por implicación, proclamando a nuestro enemigo que el ejército norteamericano está compuesto de infieles, ladrones, y degolladores, pues si la guerra es como ellos la describen, nadie más que los que he descrito se emplearía en ella. El Washington National Intelligencer está de acuerdo con el abuso de la guerra, de hecho alaba de manera tibia a nuestro valiente ejército, pero terminando siempre con denuncias sobre las causas inmorales en las que están comprometidos. Si su oficina estuviera en cualquier otra ciudad de la unión, sería cerrada de inmediato, pero su tono está admirablemente adaptado a los sentimientos de la mayoría de los residentes del lugar. Todo lo que buscan los actuales Torys es tener la oportunidad para desacreditar. (7)

7 – E.V. Everhart, Washington, D.C., a John W. Geary, marzo 24, 1847, Fondo John W. Geary, Beinecke.

LA BIENVENIDA A LOS HÉROES

Imagen 6. Croome, William H. (1862). “viñeta” en Frost, John, Pictorial history of Mexico and the Mexican war: comprising an account of the ancient Aztec empire. Philadelphia, C. Desilver; Baltimore, Md., Cushings & Bailey. p. 419. Recuperado de:  https://archive.org/details/pictorialhistory01fros/page/418/mode/2up

El sentir público en general, aunque menos extremo, estaba indudablemente en favor de la guerra y los guerreros que regresaban, los cuales eran recibidos como héroes más que como timadores o criminales en potencia.

Los primeros que retornaron a casa fueron los voluntarios cuyo compromiso terminó antes de que finalizara la guerra. Calurosamente bienvenidos en muchos lugares, por ejemplo: 

Nashville es realmente una ciudad espléndida. Los voluntarios que fueron a México son esperados dentro de unos días. Se va a servir una enorme parrillada -ya se han elaborado los discursos- y el pueblo se va a iluminar, las colinas se alumbrarán con fuegos pirotécnicos y todo lo que sea menester para mostrar el aprecio a los voluntarios. (8) 

8 – John Campbell, Nashville, a su hermana Betsey, mayo 28, 1847, Fondo David Campbell, Duke.

Una dama no identificada describe, desde Cincinnati el 8 de julio de 1847, a su pariente en Nueva Inglaterra un sobrio relato del retorno de los voluntarios desde el río Mississippi hasta Nueva Orleans:

Llegamos aquí hace dos semanas, y hemos tenido muy buen viaje por diez días hasta Nueva Orleans. Además pudimos ver todos los desfiles que en los diferentes pueblos a lo largo del río y en Nueva Orleans se han dado con motivo del regreso de los voluntarios; además de las ceremonias fúnebres en honor de Clay (9), McKee (10), Vaughan (sic)(11) y otros dos oficiales que murieron en la Batalla de Buena Vista y cuyos cuerpos están ya en camino para que los reciban sus deudos. Vi a los voluntarios de Mississippi ir en procesión para escuchar la oración dirigida por el Sr. Prentiss (12). No me pude acercar lo suficiente como para oír sus palabras. El siguiente día hubo una gran procesión que marchó siguiendo a los cuerpos por las calles hasta que fueron embarcados en el vapor Ringgold, con destino a Louisville. Nos retiramos al día siguiente, y cuando llegamos a Vicksburg los militares estaban todos formados en el margen del río, para recibir a los voluntarios de Mississippi, o lo que quedaba de ellos. De casi novecientos solo trescientos sobrevivieron y pudieron regresar. Pobres hombres, se veían tan mal, como si hubieran estado en un arduo servicio; bronceados por el sol, y muchos parecían como si no pertenecieran ya a este mundo. Tuvimos 275 pasajeros, la mayoría de ellos eran voluntarios que regresaban. Cuando pasábamos por un pueblo grande los moradores saludaban al vapor para dar la bienvenida. El Ringgold llegó unas pocas horas antes que nosotros, pero a tiempo para ver la procesión que venía por el canal de Louisville para recibir los cuerpos de los fallecidos Clay y los otros cuatro oficiales. Hubo cinco carrozas fúnebres, tres de ellas con cinco caballos, y dos más con solo dos. Fue muy solemne ver la procesión y escuchar la música. Uno no podía dejar de sentir que la muerte rondaba en la atmósfera. Un voluntario murió a bordo de nuestro bote, era uno de los voluntarios de Baltimore que dejó esposa y dos niños, lamentamos su muerte.

Al llegar aquí fuimos saludados por el pueblo que está directamente cruzando el río por medio de un cañonazo, que al disparar mató a un hombre instantáneamente y a otro le voló ambos brazos. Ayer murieron dos cuando dispararon el mismo cañón; todos eran voluntarios que habían regresado a casa. Dos de ellos regresaron apenas un día antes de que murieran. Pienso que habría más de mil personas en tierra todas disparando y celebrando; los voluntarios contestaban el saludo de la misma manera. Todo era emoción. Por su apariencia uno podría pensar que los voluntarios habían quedado hartos de México, pero por extraño que parezca, algunos piensan regresar. Si pudieses escuchar a alguno de ellos relatar sus espeluznantes aventuras, los cabellos se erizarían. (13)

9 – Henry Clay Jr., Segundo Regimiento de voluntarios de Kentucky, murió en la Batalla de Buena Vista.
10 – Coronel William R. McKee.
11 – Teniente Edward M. Vaughn, 1er teniente y adjunto, Regimiento de caballería de voluntarios de Kentucky.
12 – Sargento Smith Prentiss, muy conocido por su capacidad oratoria, desde 1845 ejercía la abogacía en Nueva Orleans. Miembro de la Casa de Representantes (1838-1839), y de 1832 a 1845 fue abogado en Vicksburg. Era nativo de Nueva Inglaterra.
13 – “Returning Volunteers” en Chronicle, Cambridge, Massachusetts, Julio 27, 1848.

Los soldados fueron recibidos no menos cálidamente en Charleston y Carolina del Sur cuando la guerra terminó: 

La celebración de recepción de los voluntarios que regresaron de México del Regimiento de Palmetto, donde estuvieron valientemente peleando por su país, fue un día de regocijo para toda la ciudad. Sonaron las campanas, las banderas ondearon, todos los militares estaban en las calles, se presentaron sables a los coroneles del regimiento y a los oficiales de la compañía de Charleston: El coronel Adley H. Gladden, el capitán William Blanding, teniente Arthur M. Manigault, teniente Lewis Robertson, teniente Ralph Bell.

Se dio una gran comida en el parque. En la tarde se realizó una regata en Point Garden y en la noche se hizo una enorme procesión de antorchas por las calles principales hacia los jardines, donde hubo una espléndida exhibición de fuegos artificiales. (14)

14 – Diario de Robert Rowland MS, entrada del 28 de julio, 1848, Duke. El coronel Pierce M. Butler, comandante original del regimiento, fue herido dos veces y muerto en la Batalla de Churubusco. Su teniente coronel, James P. Dickinson, también murió de las heridas recibidas en Churubusco.

LOS PADECIMIENTOS DEL REGIMIENTO DE MASSACHUSETTS

Imagen 7. Croome, William H. (1862). “viñeta” en Frost, John, Pictorial history of Mexico and the Mexican war: comprising an account of the ancient Aztec empire. Philadelphia, C. Desilver; Baltimore, Md., Cushings & Bailey. p. 420. Recuperado de:  https://archive.org/details/pictorialhistory01fros/page/420/mode/2up

El repique de las campanas, las banderas ondeantes y los banquetes de convivencia marcaron el regreso de muchos como héroes. Sin embargo, el regreso a casa de otros provocaba una reacción más compleja. Un ejemplo de esto fue el de los Voluntarios de Massachusetts. Estuvieron bajo el mando de Caleb Cushing, un abogado muy capaz, diplomático exitoso, político controversial y destacado soldado. Siguieron al ejército de Scott en la campaña de Veracruz a la ciudad de México y aunque no obtuvieron los laureles en el campo de batalla sufrieron enfermedades y muerte. Algunos ni siquiera querían regresar a Massachusetts, pero se le trajo de regreso: “El coronel Wright (15) del regimiento de Massachusetts dejó Albany ayer en la mañana y llegó a su campamento ayer en la noche (…) ellos habían reunido a cerca de 330 hombres, de los cuales 300 murieron en México” y su llegada precipitó una tormenta descrita en la columna del Cambridge Chronicle:

15 – Coronel Isaac H. Wright. Ascendido a coronel del regimiento después de que Caleb Cushing fue promovido a general brigadier.

Las fatales condiciones en las cuales se les permitió regresar a los voluntarios sobrevivientes del regimiento de Massachusetts han propiciado un descontento generalizado. Durante la semana pasada, miles de personas han visitado el campamento, y solo unas cuantas, según creemos, han salido sin la convicción de que los voluntarios han sido tratados brutalmente. Sabemos que hombres en sus circunstancias tienden a exagerar sus penas y en ese recuento no damos crédito a lo que dicen de sí mismos y de sus oficiales. Aún así, aun sin una palabra de ninguno de ellos, es fácil ver que han sido víctimas de la más desagradable negligencia. Si una pequeña parte de sus quejas se tomara por verdadera, no habría manera alguna, conocida por la ciencia política, de limpiar a los insensibles perpetradores de tanta indignidad de la condena de una indignada opinión pública. 

¿Por qué, preguntamos, se les permitió a estos voluntarios regresar a casa como si fueran desgraciados? ¿Qué acto de insubordinación, qué crimen cometieron para que se justifique este trato? Si los discursos que se dieron en la última comida de bienvenida son confiables, estos hombres han hecho cuanto se espera de un soldado valeroso para recibir las alabanzas de sus oficiales así como el agradecimiento por parte del gobierno. En lugar de eso se les trajo por tres mil millas de distancia, en la estación más calurosa del año, tras de fatigosas marchas y de una campaña prolongada, sin cambios de ropa y con solo las provisiones suficientes para mantener el alma en el cuerpo, avergonzados de sí mismos y del asombro de todos, con el semblante demacrado, encorvados, con la moral baja, presentándose más como los andrajos que quedaban de un ejército fantasmal que los héroes laureados de una guerra exitosa. ¿Había necesidad de todo esto? ¿Quién que esté familiarizado con la disciplina en un ejército normal diría que era necesario? ¿Las insignias de los altos oficiales, esos que obtienen todos los pagos y la gloria, deberían de quitarse en contraste por tanta brillantez que ostentan? No podemos creerlo. 

¿A quién culpar? Algunos dicen que los soldados estaban poco preparados. ¿Es eso una excusa para el trato que están recibiendo? ¿Para qué se comisionó entonces a los oficiales? Para ver si sus hombres están correctamente disciplinados y protegerlos de su propia inexperiencia, o al menos tratarlos con humanidad. Un oficial de carrera primero se cortaría la mano derecha que usar la falta de preparación de sus hombres como una excusa de su propia negligencia. El gobierno está obligado a revisar este asunto. Avísenos si el general Cushing, quien recibió la rechifla de algunos de estos voluntarios maltratados en la comida de recepción, merecía este insulto. Avísenos cuánto tiempo más el coronel Wright va a permanecer impune. Díganos cómo los comisarios de este regimiento se han absuelto a sí mismos. Los cargos de la más seria índole contra todos y cada uno de estos oficiales militares se dejan oír a diario de los labios de estos voluntarios. Algunos contra el general Cushing son tan vulgares que no podemos repetirlos. Si esto es verdad, debería condenársele al más bajo nivel de la ignominia. (16)

16 – “The returned volunteers”, Chronicle, Cambridge, Massachusetts, julio 27, 1848. 

La guerra mexicana fue quizás más impopular en Massachusetts que en ningún otro Estado de la Unión. Esto se debió en parte a la convicción de que se trataba de una injusta “pequeña guerra sucia” por parte de los partidos políticos. Los Whig eran fuertes en el Estado y para muchos de ellos la aversión a la guerra era no tanto porque fuera injusta, sino porque era la guerra del Partido Demócrata de Polk. El relato del Cambridge Chronicle quizás está más guiado por la política que por el prejuicio moral. John Langdon Sibley, sin embargo, opuesto de la guerra, no era político y sus comentarios acerca de los héroes y su regreso no fueron declaraciones públicas, sino comentarios en su diario personal. De manera absoluta confirma el reporte del Chronicle y señala la impopularidad del general brigadier Cushing entre sus hombres: 

[Julio] 20 jueves [1848]… Después del té caminé una milla y media desde el colegio (Harvard) hacia esta esquina a la que se le llama Brighton Rail Road Crossing de camino a Brooklyn para ver los despojos del regimiento de Massachusetts que llegó ayer procedente de México vía Nueva Orleans. Ocuparon edificios a corta distancia de la esquina, en el lado este del camino que va para Boston. Ellos son dos tercios de cuantos salieron hacia Texas. Estaban harapientos, sucios y extenuados por la fatiga, muchos de ellos enfermos y medio desnutridos. Hablan de Caleb Cushing en términos excepcionalmente hostiles. De Z. Taylor hicieron comentarios entusiastas. Dieron espantosas descripciones de sus sufrimientos. Aunque no estaban haciendo nada, muchos con los que conversé no se alegraban de haber regresado. La mayoría de ellos aunque muy jóvenes parecían ancianos. Miles de personas llenaban el lugar, provenientes de Boston y sus cercanías y a todos les parecía que no es nada divertido ir a la guerra. 

[Julio] 22 sábado [1848]. Se distrajo a las tropas con una comida en Faneuill Hall. El acompañamiento se dice que fue espléndido y el contraste entre los dos, muy llamativo. Se pronunciaron algunos discursos en el banquete, pero cuando Caleb Cushing su general se levantó, fue tal la rechifla, que durante ocho o diez minutos en los que tuvo el centro de atención, ahogaron sus palabras con su ruido y muchas de las tropas dejaron el recinto. Ellos relataron más del terrible trato que recibían de él. (17)

17 – Diario de John Langdon Sibley MS, col 1, p. 177, entradas del 20, 22 de julio , 1848, Massachusetts Historical Society.

RECOMPENSAS A LOS SOLDADOS

Imagen 8. López Abraham. (1849). “Enarbolan el Pabellón Mexicano- 12 junio 1848”. En Undécimo calendario de Abraham López : arreglo al meridiano de México y antes publicado en Toluca para el año de 1849. Toluca. Imprenta del autor.

Sin embargo, ni Cushing ni la administración Polk se quedaron inermes. Un periódico a favor Polk atacó los reportes sobre la mísera condición de los soldados y enumera los beneficios materiales proporcionados por una agradecida nación: 

Aunque mucho se ha dicho sobre la desprotección y la pobreza de los voluntarios de los regimientos, nos sentimos obligados a presentar el estado actual de las cosas y sus perspectivas en unas cuantas palabras. Nuestros ciudadanos han tenido la oportunidad de comprobar por medio de la observación directa y personal que las historias que se han escrito sobre su vestimenta y apariencia han sido atrozmente exageradas. Su profunda alegría atestigua la fuerza de sus sentimientos hacia sus oficiales. Se nos ha dicho que el regimiento ha sido tratado mal por el gobernador y que prácticamente son unos pordioseros. Esto es infamantemente falso. Estos hombres han recibido ya una paga por dos meses, un cheque que acaba de pasar o que pasará muy pronto. El Congreso además está considerando otorgar un pago adicional de tres meses. Además de esto, el terreno que se les ha dado vale ahora en el mercado entre 115 a 120 dólares, o 200 dólares de valor intrínseco, con una perspectiva de aumentar en un breve lapso hasta los 500 dólares, pero tomemos el monto más bajo: dos meses de salario a $11 dólares por mes son $22.00 dólares, tres meses considerados a 11 dólares, hacen un total de $33.00 más su terreno a $115.00 dólares hacen un total de $170.00 dólares. 

Desearíamos de todo corazón que la compensación hubiese sido el doble, pero debemos decir en honor a nuestro gobierno que ningún otro ejército que esté inactivo recibió jamás mejor paga que el de los Estados Unidos. (18)

18 – [recorte de periódico], “Condition and Prospects of Volunteers”,  J. Bridge, Boston, a general brigadier Caleb Cushing, julio 24, 1848, Fondo Caleb Cushing, DLC. Ver también [nota], fechada 4 marzo, 1847, firmada por J.L. Edwards, comisionado de pensiones, Fondo William Alexander Hoke, SO. Hist. Col, NCa.

PROBLEMAS AL REGRESO

Imagen 9. Anónimo. (1849). Volante promoviendo viaje de 35 días atravesando Centroamérica hasta San Francisco. New York. Hobson Brothers and Co. (Washington, Smithsonian Museum of American Story).

Donde quiera que estuviera la verdad, es evidente que el regreso a casa de los voluntarios de Massachusetts no era para nada un evento de gala. Esto debió ser particularmente molesto para muchos que no querían regresar por nada. 

La oposición de retornar a casa no era exclusiva de los soldados de Massachusetts. La guerra mexicana estimuló más que nada el movimiento hacia el oeste, y muchos de los soldados, oficiales y hombres querían al fin de la guerra ir para allá, particularmente a California; otros habían sido atraídos por alguna parte del territorio por el que habían pasado y querían establecerse ahí. Además de que existía un motivo financiero. Si eran trasladados a Nueva Orleans y se les daba una vivienda adecuada, podrían viajar más barato por sus propios medios y guardar la diferencia, o gastarla de alguna otra manera. 

En mayo de 1848, cuando las tropas estaban listas para abandonar México, el joven capitán William W. H. Davis escribe desde San Ángel una carta a William L. Marcy, secretario de Guerra:

Hemos sabido con sorpresa que, al establecerse la paz, los voluntarios de Massachusetts, junto con otros regimientos de la antigua división de voluntarios, serán embarcados a sus respectivos estados antes de ser dados de baja del servicio del ejército de los Estados Unidos. 

Es por ello que nosotros, los oficiales comisionados al Primero de infantería de Massachusetts, estamos en contra, respetuosamente protestamos, pedimos que el mandato antes mencionado sea derogado y se disuelva el regimiento en Nueva Orleans. 

Le daremos brevemente nuestras razones por las cuales no estamos satisfechos de ser dados de baja del servicio en el lugar donde fuimos reclutados. 

En primer lugar somos de la opinión de que el decreto del Congreso para dar de baja a los voluntarios, dándoles a ambos oficiales y soldados una pensión para gastos de viaje, nunca consideró que las tropas deberían ser embarcadas a sus hogares antes de ser dadas de baja y por tanto perder su pensión. El espíritu y el verdadero significado de la ley son, en nuestra opinión, de que las tropas deberán ser despedidas del servicio en el punto que más convenga dentro de los Estados Unidos y darles un bono para sus gastos de viaje. El otorgar este beneficio es prueba suficiente para nosotros de que esta fue la intención de los legisladores al promulgar esta ley para liberar del servicio de 12 meses a los voluntarios en Nueva Orleans.

Con todo respeto, nos sentimos en libertad de decir que no creemos que se esté haciendo justicia a los oficiales y a sus hombres al despojarlos de esta pensión, cuando no existe ningún beneficio público y no se promueve de ninguna manera el bienestar de los que están en servicio. Hemos estado en México por cerca de quince meses, con solamente el pago suficiente para poder mantenernos de una manera decente, esperando nuestra pensión cuando fuéramos retirados del servicio, siquiera para poder comprarnos un traje digno para poder estar en público. Sin esta, regresaremos a casa después de haber servido a nuestro país dignamente, mucho más pobres que cuando nos enlistamos a su servicio. 

Los voluntarios comunes y corrientes estarán en peores condiciones que nosotros. Ni siquiera podrán tener dinero para comprarse ropa decente o disponer de sus escrituras de terreno, pues deberán dejarlas de lado por falta de recursos, lo cual sería muy fácil de solucionar.

Adicionalmente a todo esto no queremos que se nos fuerce a regresar a Massachusetts en contra de nuestra voluntad, y si no se le va a dar de baja al regimiento en Nueva Orleans, pedimos que se nos libere del servicio individualmente en Veracruz. No más de un tercio de nosotros son de Massachusetts y deseamos al menos tener el privilegio de regresar a casa evitando un largo viaje por mar. Muchos contamos con amigos en el sur y el oeste, a quienes tenemos grandes deseos de visitar, y algunos de ellos inclusive han hecho arreglos para poner su domicilio en estas nuevas regiones. Al menos una mitad de los hombres del regimiento, con el particular espíritu de la gente de Nueva Inglaterra, intentan buscar fortuna en las fértiles regiones del Sur y el Oeste, y han esperado por la pequeña pensión que recibirán al ser dados de baja en Nueva Orleans como una base para iniciar su fama y fortuna. El no pagar esta suma sería un problema muy serio para ellos, y esto podría cambiar su destino de por vida. Sería muy duro, de hecho, forzarlos a recibir su liberación de servicio a dos mil millas cuando ellos esperan quedar liberados en el área cercana de su nueva vida, lo cual no le costaría nada al gobierno. Muchos intentan probar suerte en México y ya han hecho arreglos ante sus jefes. Seguramente mucho de esto nunca se hará, lo que ocasionará que se frene el empeño de nuestros compatriotas.

Existen también riesgos al ser enviados por barco hasta Boston en la época del año en la que se está pensando embarcarnos, los cuales la administración debe tener en cuenta. Será en la mitad de la temporada de fiebre amarilla, en nuestra opinión sería muy inapropiado y poco sabio hacinar a los hombres en los barcos durante el trayecto a Boston. 

Los hombres necesariamente van a tener que viajar hacinados, privados de las comodidades que les permitirían tomar medidas contra la fiebre, de hecho su situación casi es una invitación a la enfermedad. Las tropas además tendrían que mantenerse en cuarentena hacinadas, el tiempo que la emergencia durara. No sabemos de ningún hombre que requiera más tres semanas de exposición a la fiebre que es la diferencia entre el pasaje de Nueva Orleans o a Boston. Estoy seguro de que la administración no deseará exponer de nuevo las vidas de los hombres que repetidamente la han expuesto por su país. (19)

19 – Capitán William W.H. Davis, San Ángel, a William L. Marcy, Secretario de Guerra, Washington, D.C. mayo 13, 1848, (borrador), Fondo W.W.H. Davis, Beinecke.

El coronel James H. Lane, comandante del 5º Regimiento de Voluntarios de Indiana, junto con su Teniente Coronel y dieciocho oficiales del regimiento escribieron una carta similar al general W. Orlando Butler: 

Los abajo firmantes, oficiales del 5º Regimiento de voluntarios de Indiana, habiéndonos enterado de manera no oficial que el departamento pensaba liberar del servicio a nuestro regimiento en Indiana, elevamos respetuosamente nuestra protesta contra cualesquiera de esos arreglos por las siguientes razones. Los hombres de nuestro regimiento al ser liberados del servicio entienden que es parte del contrato que ellos deberán ser dados de baja del servicio en este lugar (por ejemplo Nueva Orleans). Que hasta ahora han estado viajando en transportes del gobierno, están exhaustos física y espiritualmente, se han quedado sin dinero, algunos no tienen lo suficiente ni para cubrir su desnudez, ninguno tiene una muda de ropa y la salud de los hombres requiere imperiosamente un cambio de ropa, así como también un cambio de dieta. Estos hombres desean encontrarse con sus amigos en una situación diferente al lastimoso estado en que ahora se encuentran, como caballeros que han sido liberados de sus tareas para con su país. Gran parte del regimiento no desea regresar a Indiana. Si se les lleva tendrán que pagar sus gastos de viaje hacia el oeste. Estas cinco compañías del regimiento pertenecen al Wabash y al norte del estado, si el río Ohio está bajo, estas compañías completas regresarán por tierra a San Luis o Shawneetown por las razones expuestas arriba, creyendo que sería injusto, cruel, y tiránico hacer esto, por ello levantamos esta solemne protesta. (20)

20 – Coronel James H. Lane, Comandante 5º voluntarios de Indiana, y veinte firmas más, Nueva Orleans, a general Mayor William O. Butler, julio 6, 1848, cartas recibidas, ejército de ocupación, AGO, RG 94, Nat. Arch.

NEGOCIOS FACILES CON LOS VETERANOS 

No todos los que se alegraron del regreso de los héroes estuvieron presentes para honrarlos. El congreso había aprobado dar títulos de tierra a los veteranos de guerra. Al final de 1847 el oficial agrario reportó: “7317 títulos de botín de guerra se han emitido de tierras mexicanas de 160 acres cada uno, y 1,120 de 40 acres, en total 1,215,840 acres. De los cuales solo 3,520 acres han sido localizados” Oliendo la ganancia, los buitres se reunieron y uno de ellos escribió a Caleb Cushing: 

Un amigo mío, H.A. Goldsborough de esta ciudad, que por algún tiempo fue el jefe en el departamento de ropa y provisiones, está haciendo de agente para arreglar los papeles de los voluntarios que están regresando. Ellos no pueden venir aquí a atender sus asuntos sin que hagan un gasto, así que él prepara y obtiene todos los papeles necesarios para ellos a $10 dólares por cada uno y los orienta si quieren vender su tierra si así lo desean. Si pudiera usted recomendarlo con el coronel Wright o cualquier otro del regimiento de Massachusetts le estaría muy agradecido, ya que hay una enorme posibilidad de que yo reciba la mitad de esa ganancia. ¿Podría usted hacer eso? (21)

21 – Charles W. March, Washington, D.C., a general brigadier Caleb Cushing, julio 18, 1848, Fondo Caleb Cushing, DLC.

Los especuladores ni siquiera esperaron a que la guerra terminara, ni se contentaron con buscar a sus víctimas cuando llegaban a casa. Los interceptaban en Nueva Orleans. Corresponsales del New York Commercial Advertiser y del St. Louis Union fueron testigos de los especuladores en acción en el puerto de desembarque de Luisiana cuando los voluntarios regresaban a casa en junio de 1847, y reportan: 

Washington, junio 16 de 1847. 

Los especuladores parecen estar muy activos en Nueva Orleans reuniendo las migajas que caen de la mesa del Tío Sam, en la forma de títulos de propiedad de los soldados que han sido dados de baja del servicio. Estos títulos se convierten en bonos del tesoro con un valor de cien dólares a una tasa de interés del seis por ciento anual, pagadero en diez años. A cada uno de los soldados que ha sido dado de baja del servicio recientemente en Nueva Orleans se le ha entregado un título de propiedad que se puede convertir en bonos. Los especuladores provenientes del norte han destacado agentes en Nueva Orleans para que compren esos títulos. Han destinado grandes cantidades para estas compras. Los soldados sin duda se vieron además beneficiados, porque, en su situación, algo de efectivo a la mano en este momento es más valioso que el doble dentro de un año o dos. Los certificados que se compran a los soldados llegan a la oficina de pensiones y el jefe de ese departamento ha adoptado un sistema que hace imposible para cualquier especulador obtener alguna ventaja de estas compras o incluso evitar la pérdida casi total de la cantidad invertida. 

Como prueba de esto debo mencionar, para información de todos los interesados, que hace uno o dos días llegó una persona aquí desde Nueva Orleans con quinientos de estos certificados que convertidos al valor del mercado eran alrededor de $53,000.00 dólares. El coronel Edwards aplicó a los quinientos certificados la escuadra y el compás de su construcción legal y desechó y rechazó los quinientos certificados, por una causa u otra, con excepción de veintitrés. Pero esos veintitrés certificados a los que se dio un trato especial, fueron tal vez tratados peor que los que fueron rechazados. (…)

Es bien sabido el hecho de que los especuladores han hecho inmensas fortunas a expensas de los pobres soldados que derramaron su sangre en esta guerra revolucionaria abusando de su aflicción. Hubo un sistema similar de depredación sobre los soldados en la última guerra. Y ahora sabemos por el St. Louis Union del día 8 último, que los estafadores están ya en Nueva Orleans, a la espera de los voluntarios que regresan de la guerra, abalanzándose sobre ellos al momento de que ponen el pie en la ciudad. Hacemos un llamado a nuestros hermanos para que prevengan a los voluntarios de los trucos y fraudes de los que serán blanco en todas partes del país y para que se pongan en guardia contra estas arpías. (…)

En una entrevista con los valientes hombres de Illinois que acaban de regresar del ejército del general Scott, nos enteramos con pena de que muchos de ellos, mientras estaban aún en Nueva Orleans, fueron inducidos a vender sus certificados. Sin saber la importancia de conservar esa evidencia de su servicio, se los entregaron a los defraudadores, que sin mirar el bienestar de los soldados les esquilmaban el botín que habían recibido. A cada uno de estos soldados se le dieron 160 acres de tierra y muchos de ellos vendieron su botín por menos de cincuenta dólares. Sabemos que existe un grupo de personas en Nueva Orleans que se dedica a estafar a los voluntarios que regresan, comprándoles sus certificados por sumas ridículas. Lo más grave es que engañan a hombres que han luchado por su país y que reciben el fruto de gratitud de la nación. En algunos casos se aplica una burda imposición. Si el voluntario parte con su certificado, sabiendo su valor real, nadie tiene derecho a quejarse; pero si se le engaña ocultándole su importancia, es escandalosamente engañado, y el Shylock que abusa de él merece la condena eterna. (22)

22 – “Soldiers´ Bounties” en Nile´s National Register, vol. 72, julio 10, 1847, pp. 298-299, citando al New York Commercial Advertiser, correspondencia de Washington de junio 16 y al St. Louis Union, julio 8, 1847.

LAS TRAYECTORIAS DE LOS GRINGOS EN LA POSGUERRA

Imagen 10. Anónimo. (16 sept. 1873). Fotografía de una reunión de la Asociación militar Aztec Club, con algunos invitados. Al centro con barba y la pierna cruzada el G. Presidente Ulises Grant. Tomada en la mansión del Gen. Robert Patterson en Filadelfia durante la comida de aniversario del club para conmemorar la ocupación de la Ciudad de México. Philadelphia. (Historical Society of Pennsylvania photograph collection #V59)-

Los héroes estaban en casa ¿Cuál sería su futuro? Los voluntarios se reincorporaron a la vida civil, desapareciendo como un grupo significativo. Hubo muy pocos que causaran un desajuste económico, social o que ejercieran el poder como grupo de veteranos. Para asegurarse de ello el Aztec Club, formado por oficiales que vivieron en la ciudad de México, hacía reuniones como cualquier otra organización de veteranos (23), pero con la excepción de las pensiones y las garantías de tierra, sus actividades estaban enfocadas al recuerdo nostálgico de las campañas. Los nombres de Buena Vista, Cerro Gordo, Puebla, El Paso, Moctezuma, Monterrey, Churubusco, pasaron a ocupar un lugar en la conciencia estadounidense. Los nexos culturales tan tentativamente establecidos durante la ocupación militar fueron conservados, materializándose en reliquias, artefactos y descripciones traídas a casa. Pero a excepción de California, y en menor grado Nuevo México, otras preocupaciones hicieron que se olvidara la fascinación por la vida en México. Los soldados regulares también regresaron a sus más o menos lejanos puestos militares. 

23 – La más importante organización de veteranos fue la Asociación Nacional de Veteranos de la Guerra Mexicana, creada mucho después de su conclusión en 1874 y en funciones hasta 1897. Alexander Kenaday fue uno de sus principales organizadores. Se encargaba de tramitar pensiones y otros asuntos. Mientras la asociación de veteranos de la Guerra Civil, Gran Ejército de la República, se afilió al Partido Republicano, la de los veteranos de la Guerra Mexicana se afilió al Partido Demócrata. Ver Wallace Evan Davies, “The Mexican War Veterans as an organized group” en Mississippi Valley Historical Review, vol. 35, septiembre, 1948, pp. 221-238.

Desde luego existieron excepciones. La guerra hizo presidente de los Estados Unidos a Zacarías Taylor y la presidencia consiguió lo que los mexicanos no pudieron, lo mató. Winfield Scott perdió la presidencia, pero fue el candidato de los Whig en 1852, solo para ser derrotado por otro no menos renombrado general en la Guerra Mexicana: Franklin Pierce. El viejo soldado, sin embargo, sobrevivió a la derrota de las urnas, manteniéndose al mando del ejército de los Estados Unidos hasta poco antes del inicio de la Guerra Civil. 

LOS JÓVENES MILITARES VEN HACIA EL FUTURO

Finalmente había otro grupo que no se iba a perder en la oscuridad anónima de la vida civil. Estaba compuesto por los jóvenes tenientes y capitanes, muchos de ellos soldados profesionales, quienes habrían de regresar al campo de batalla y llegaron a ser los héroes del sur o del norte en la Guerra Civil. Grant, Lee, Sherman, y muchos otros estaban en el culmen de sus carreras militares y sería justo decir que fueron ellos, particularmente los oficiales de ingeniería y artillería, los que contribuyeron más a la victoria norteamericana. A Taylor y Scott, guerreros de una generación temprana, debe darse el crédito de reorganizar y confiar en los jóvenes profesionales de una nueva era militar. 

Aunque estaban dispuestos, los jóvenes, sin embargo, podían equivocarse. El capitán George B. McClellan estaba entre los más profesionales de los profesionales, ninguno tuvo una mayor experiencia de la vida militar o la estudió con mayor ahínco. Aún así, en un memorándum de organización militar fechado en 1848 y basado en su experiencia en la Guerra Mexicana, escribe: 

Los más grandes militares de la antigüedad y de los tiempos modernos han considerado que no es una pérdida de tiempo y esfuerzo poner por escrito para beneficio de la posteridad aquellos principios que consideran necesarios de ser conocidos y seguidos al pie de la letra para lograr el éxito. Estas no son teorías vacías que vienen de los cerebros calenturientos de los políticos o los nuevos ricos, sino sabios consejos dados por los hombres, que deberían considerárseles oráculos de sus respectivas profesiones, son el resultado de un examen frío, claro y calmado de las razones por las cuales ellos han actuado de una cierta manera en los momentos difíciles de una larga y próspera carrera y el resultado de sus decisiones.

Ninguno de estos hombres ha proclamado jamás ser general por intuición, no les avergüenza confesar que obtuvieron el conocimiento de su profesión, y consecuentemente su éxito, a causa de un cercano estudio de la historia y los conocimientos de aquellos que les precedieron. Desde su propia experiencia buscan como un deber poner en manos de sus sucesores las conclusiones a las que han llegado por el estudio y la práctica de toda una vida. Pero en esta época, en este país, nos hemos reservado el feliz privilegio de producir este maravilloso fenómeno, ese extraño enigma, esa monstruosidad llamada “ general natural” ¡Eureka!, ¡Eureka!, ¡debería ser proclamado! ¡Hemos resuelto el problema, hemos llegado al clímax! ¡Oh era de todas las eras! ¡Nación de todas las naciones! Esperamos con júbilo las ruidosas exclamaciones de un mundo que nos admira para darnos las gracias. Hemos probado que así como la naturaleza produce nobles, de la misma manera produce soldados. Hemos demostrado que los hombres comunes de ayer, hoy generales, coroneles, capitanes, tenientes; extraídos de los tribunales de las villas, del más sórdido bar, de detrás de un mostrador, de un centro de trabajo, hombres tan inocentes como el cordero recién nacido sin el más mínimo conocimiento militar ¡Estos hombres, puestos al mando de otros igualmente ignorantes y hasta incapaces para manejar un arma, han ido de victoria en victoria, con una velocidad y certeza nunca antes conocidas en los anales del mundo! ¡Ellos –estos hombres ordinarios de ayer- han hecho posible todo esto! Ahí estuvieron también, algunas veces cercanos a ellos –probablemente en la retaguardia-, comandando y dirigiendo alguna división, esos hombres que han sido bien entrenados y disciplinados a través de las absurdas formas de la educación militar, pero a estos últimos si los vamos a juzgar por los reportes oficiales no han hecho absolutamente nada. 

Esperamos antes de haber concluido, desenmascarar la falsedad de esta monstruosa mentira, para demostrar que los viejos soldados regulares guiaron y los otros los siguieron, demostrar cuán diferentes hubieran sido los resultados si estos nuevos regimientos hubieran estado dirigidos y comandados por graduados de academias militares. También esperamos demostrar dónde los preceptos militares a los que hemos aludido no fueron seguidos, cuál hubiera sido el resultado si esta guerra se hubiera conducido, llevando un estricto seguimiento de los legítimos principios de las operaciones militares. Todo esto no se hace con el afán de encontrar culpables, sino meramente con la esperanza de esclarecer la verdad y prevenir los errores que podríamos cometer en la siguiente guerra por la desatención a la mucha experiencia que ahora existe. Desechar el gran íncubo de insensatez bajo el cual trabajamos y desde el cual pareciera que hay pocas esperanzas de que nos libremos. 

Primero con respecto a la organización del ejército.

Debe ser claro para cualquier mente capaz de discernir, que el periodo de alistamiento fue muy corto, que el sistema de voluntarios hace casi imposible llenar los puestos de mando con hombres respetables e inteligentes. Si es muy difícil hacer un soldado decente aunque sea de infantería en cinco años, mucho menos es posible hacer ingenieros, artilleros y dragones, pretendiendo que el hombre al final de su entrenamiento sea un buen soldado; lo perdemos en nueve de diez casos y su lugar es llenado por un recluta completamente inexperto, que cumplido su plazo deja el servicio justo cuando está listo para permanecer en él. Es bien sabido que existe un gran prejuicio entre nuestros conciudadanos por enlistarse en el ejército, consecuentemente prefieren hacerse voluntarios. Para remediar estos males no debe dejarse que se acepten voluntarios, a excepción de casos como el de la actual invasión de nuestro suelo patrio por un poder extranjero; y debe dejarse que el periodo de alistamiento sea de 15 años (…) Y de esa manera cualquier deficiencia en los reclutas que ocurra en tiempo de guerra, será suplida por los refuerzos. Al final, pero no menos importante, si se debe hacer el llamado a los ciudadanos, deben en todos los casos colocarse debajo de aquellos que ya están en servicio, esto significa colocarlos máximo como segundos tenientes pero no como generales. (24)

24 – Capitán George B. McClellan, “Memorándum de organización militar” (borrador), enero 4, 1848, Fondo George B. McClellan, DLC.

Esto lo escribe el hombre que iba a jugar una parte vital en la organización y entrenamiento del ejército del Potomac en la Guerra Civil. El gran ejército ciudadano iba a pelear para alcanzar la victoria y estaba compuesto en su mayor parte por los tan despreciados voluntarios. 


Relación de imágenes:

Imagen 1. Waters e hijo. (1864). Nuestro país como los traidores y tiranos quisieran tener. Mapa de los Estados Desunidos. New York. H.H. Lloyd & Co., 21 John St., (Boston Rare Maps. Recuperado de: https://bostonraremaps.com/inventory/anti-secession-propaganda-map/).

Imagen 2. Croome, William H. (1862). “Mexico and the mexican war”. En Frost, John, Pictorial history of Mexico and the Mexican war: comprising an account of the ancient Aztec empire. Philadelphia, C. Desilver; Baltimore, Md., Cushings & Bailey. p. 592. Recuperado de: https://archive.org/details/pictorialhistory01fros/page/592/mode/2up

Imagen 3. Anónimo. (1847). “Desplumada. El águila mexicana antes de la guerra; el águila mexicana después de la guerra”. En Yankee Doodle, v. 2, no. 32 (1847 May 15), p. 55. (Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, LC-USZ62-130816)

Imagen 4. Chamberlain, Samuel (1996). “Monclova, con mercado en nuestro campamento, bailarina y jugadores de cartas”. En My Confession: Recollections of a Rogue (1850). Austin. Goetzman H. William (editor)- Texas State Historical Association.

Imagen 5. Currier N. (1848). Un candidato disponible- el único requisito para un presidente Whig. New York: Nathaniel Courrier. (Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, LC-DIG-pga-04723).

Imagen 6. Croome, William H. (1862). “viñeta”. En Frost, John, Pictorial history of Mexico and the Mexican war: comprising an account of the ancient Aztec empire. Philadelphia, C. Desilver; Baltimore, Md., Cushings & Bailey. p. 419. Recuperado de:  https://archive.org/details/pictorialhistory01fros/page/418/mode/2up

Imagen 7. Croome, William H. (1862). “viñeta”. En Frost, John, Pictorial history of Mexico and the Mexican war: comprising an account of the ancient Aztec empire. Philadelphia, C. Desilver; Baltimore, Md., Cushings & Bailey. p. 420. Recuperado de:  https://archive.org/details/pictorialhistory01fros/page/420/mode/2up

Imagen 8. López Abraham. (1849). “Enarbolan el Pabellón Mexicano- 12 junio 1848”. En Undécimo calendario de Abraham López : arreglo al meridiano de México y antes publicado en Toluca para el año de 1849. Toluca. Imprenta del autor.

Imagen 9. Anónimo. (1849). Volante promoviendo viaje de 35 días atravesando Centroamérica hasta San Francisco. New York. Hobson Brothers and Co. (Washington, Smithsonian Museum of American Story).

Imagen 10. Anónimo. (16 sept. 1873). Fotografía de una reunión de la Asociación militar Aztec Club, con algunos invitados. Al centro con barba y la pierna cruzada el G. Presidente Ulises Grant. Tomada en la mansión del Gen. Robert Patterson en Filadelfia durante la comida de aniversario del club para conmemorar la ocupación de la Ciudad de México. Philadelphia. (Historical Society of Pennsylvania photograph collection #V59)-

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